martes, 14 de junio de 2016

La primera vez que leí este cuento , me dejó marcada para siempre.
Yo estaba atravesando " una etapa dificil de adaptación , a una nueva vida. Estaba en rehabilitación, tras haber sufrido un Ictus, que quería apoderarse de mi vida ( hablar, andar, escribir, relacionarme..), pero una amiga, con mayúsculas, me regaló el libro " Déjame que te cuente"  de Jorge Bucay y decicdí hacer lo que hace la ranita de este cuento : luchar, luchar, no rendirme, y... MAGIA ? Ó TRABAJO , (yo creo que ha sido este último), el que me ha hecho fuerte y revertir " la mala situación de cartas que me habían tocado en la partida"
Claro! que atravesé períodos "bajos y deprimentes" pero NO ABANDONÉ y gracias a ello puedo decir que MI VIDA ES PRECIOSA. ( si antes del ictus ya tenía una vida buena, AHORA es MEJOR, hay muchas personas y cosas en ella que me hacen estar cada día MÁS AGRADECIDA)


Este es el cuento de " Las dos ranas"
 Érase una vez un par de ranitas que daban saltitos por el... campo, cuando de repente encontraron un cubo de madera. Curiosas, las ranitas quisieron saber qué había en aquel atractivo cubo y saltaron al borde para asomarse, con tan mala suerte que ambas cayeron dentro. El cubo estaba lleno de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían; era imposible nadar o flotar en aquella masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente, pero era inútil. Solo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil llegar a la superficie y respirar.


Una de las ranitas dijo en voz alta: "Yo no puedo más. No se puede hacer nada para salir de este cubo, es imposible salir de aquí. Ya que voy a morir, no sé por qué voy a tener que prolongar mi sufrimiento. No entiendo el sentido de malgastar mis energías pataleando para morir agotada si no voy a conseguir nada" . Dicho y hecho, la ranita se dejó hundir y desapareció en aquella masa espesa de nata.

La otra ranita, terca como ella sola y triste por haber perdido a su amiga, dijo: "Yo tampoco puedo más. No se puede hacer nada para salir de aquí. Sin embargo, aunque vaya a morir, prefiero luchar hasta perder mi último aliento. Quiero prolongar mi vida hasta que el cuerpo me lo permita". 

Siguió pataleando y chapoteando en el mismo lugar todo el tiempo, sin conseguir moverse ni un milímetro, durante horas y horas. Y de pronto, después tantas horas pataleando, batiendo las ancas y chapoteando, la nata se convirtió en mantequilla.

La rana sorprendida y loca de contenta, tomo un respiro (habían sido muchas horas, la pobre) y patinando llegó al borde, donde pudo saltar a la superficie de nuevo. Desde allí pudo volver croando hasta su casa alegremente.



Espero que al igual que a mí, a vosotr@s , también os ayude. Todo es podible